Cultura escolar y participación en la vida familiar

El capital cultural familiar ha sido transmitido permanentemente de generación en generación y comprende comportamientos, tradiciones, costumbres, mitos, valores familiares y sociales, modos de vidas, hábitos, factores de convivencia, entre otros aspectos que identifican y mantienen la unidad colectiva del grupo étnico al que pertenecen.  Es tradicional la enseñanza familiar de la madre hacia los hijos quienes revisan cuadernos al día, toman la lección, instruyen o brindan apoyo extracurricular al estudiante, establecen políticas de control y motivación familiar para incentivar el aprendizaje voluntario y mantienen una estrecha relación familiar/escolar brindando autoridad y respeto al docente y a la institución educativa.

El presente en que vivimos es muy complejo; no es posible educar acertada y adecuadamente en los centros educativos si estos no establecen complicidad con las familias. A los docentes no les queda otro camino para lograr el éxito educativo que contar con los padres para que exista coherencia entre lo que se hace en casa y en la escuela.  Los padres no deberían educar a sus hijos al margen de los centros educativos. Familia y escuela no pueden trabajar aisladas.

Durante las últimas décadas la vida familiar ha cambiado radicalmente, los horarios laborales actuales así como la  incorporación de la mayoría de las madres al mercado laboral, dificultan la compatibilización del trabajo con las responsabilidades familiares.

 Debido a estos factores, la escolarización se inicia cada vez a edades más tempranas. La escuela debe asumir responsabilidades educativas nuevas, mientras que al mismo tiempo disminuye el predominio de las mismas. A pesar de la influencia de  nuevos agentes implicados en la educación (TV, internet, actividades de ocio, familias con mayor formación), la mayor parte de la vida de los niños, hasta la adolescencia, transcurre en el ámbito familiar y escolar.

La situación actual de los educandos concede una mayor responsabilidad de autodominio, autoliderazgo sin estar capacitados para hacerlo; los padres asumen que el trabajo de educación familiar esta delegado tácitamente a los maestros y que el sistema moderno social deje en libertad a los estudiantes porque consideran que proviene de una cultura moderna donde el conocimiento está disponible para todos.  Sin embargo los resultados son cada vez más desalentadores sumergiendo al estudiante moderno en una enfermedad colectiva de crisis emocional que cada vez predomina en la edad adulta privándolos del conocimiento efectivo y de la calidad social y profesional deseada.

Nadie enseña a los padres cómo deben educar a sus hijos, y deben enfrentarse cada día a las diferentes situaciones que se presentan, solventándolas de la mejor manera posible. Las familias tienen ahora unas necesidades que la escuela no debe obviar y que debe ayudar a cubrirla los profesionales de la educación. Los padres no son expertos en materia educativa, y muchas veces se encuentran perdidos en ciertas tareas familiares, cuestionándose si aquello que hacen, y cómo lo hacen, es adecuado o no.

La crisis económica obliga a que la canasta familiar sea cubierta con el trabajo del padre y la madre, lo cual en muchos casos sucede, pero en otros los padres se han desvinculados al rol educativo y vinculan como único responsable a las autoridades educativas y los docentes, convirtiéndose los padres de familia en evaluadores de servicios porque según ellos el mundo está moderno y el trabajo sistémico que ofrecen los establecimientos educativo que los libera del trabajo cultural familiar.  En estas condiciones la escuela debe dar respuesta  a las necesidades de las familias, pues ésta también debe ser agente de ayuda y cambio, dado que son responsables directos de sus hijos. La participación real y efectiva de las familias es todavía una asignatura pendiente en muchos de nuestros centros educativos. Pocas son las personas que dudan de que la familia y la escuela tienen que trabajar de forma conjunta; sin embargo, la colaboración entre ambas, no siempre es entendida de igual manera por padres y por docentes, y no siempre es efectiva. Parece, a veces, que escuela y familia escogen caminos paralelos de actuación, en lugar de trabajar en sinergia, con responsabilidad compartida, guiado por un plan integral de clases como fin común.